ACUICULTURA - ESPAÑA: El mar, otra gran huerta

Viernes, 27 Noviembre, 2009
Las algas son la escurridiza tabla de salvación a la que se aferra la casi inexistente acuicultura asturiana, un sector que se perfila como sustitutivo del pesquero. Al menos en parte. El intento de cultivar y explotar los autótrofos (literalmente, que se alimentan de sí mismos, o de sustancias inorgánicas) que ofrece el ecosistema marino no son nuevos en el Principado. Se remontan a los años setenta. Ahora la posibilidad toma cuerpo porque el consumo de las «verduras» de agua salada está de moda en el mundo.

Una de las causas es la pasión por la cocina japonesa, que entró de la mano del sushi. Lo saben bien quienes se dedican a vender manjares que sirven igual para una ensalada que para un revuelto. En Asturias hay tres empresas en Luanco, Gijón y Llanera que comercializan algas en conserva, deshidratadas o listas para condimentar otros platos.

En la ensenada de la Concha de Artedo (Cudillero) existe desde hace años un cultivo de algas comestibles de la especie palmaria. La playa de La Griega, en Colunga, o Lastres son otros puntos donde se han implantado cultivos. Y al lado de las alternativas «artificiales» está lo que el mar ofrece. En los fondos marinos asturianos yacen miles de toneladas de ocle, que forma auténticas praderas submarinas. Cada año se extraen más de 2.000 kilos.

Un informe realizado por el Ministerio de Medio Marino corrobora el escaso dinamismo de la cría de especies marinas en el Principado. La compleja orografía costera, sembrada de acantilados, y la ausencia de grandes rías, como las gallegas, dificultan la implantación de cultivos marinos en Asturias. La excepción son las ostras que se engordan en el Eo y se venden en Francia o la presencia testimonial de almejas en la ría de Villaviciosa. A finales de 2008 cerró el único criadero de rodaballo de la región, ubicado en Llanes. La competencia de las regiones vecinas -Galicia es el gran buque insignia de la acuicultura en España- es otro de los obstáculos con los que debe lidiar Asturias.

Aun así, los empresarios del alga siguen adelante, aunque echan de menos poder abastecerse de más materia prima autóctona. Fidel Delgado, de Cultivos Marinos, Conservas Oromar, de Luanco, explica que el pasado invierno se implantó un tipo de laminaria en Lastres y Antromero. Tanto él como sus socios son biólogos y montaron la empresa con la intención de cultivar algas y venderlas. Con el tiempo ha visto que resulta más cómodo comprarlas. Han vendido casi 100.000 latas de algas cocidas en cuatro años. Se han ido a Inglaterra, Italia o República Checa, pero sostiene que los mejores clientes están en Asturias. Asegura que el gran freno a las algas en el Principado son las trabas administrativas. Para cultivar resultan ideales las zonas abrigadas, como la ensenada de la Concha Artedo, en Cudillero, de aguas muy muy limpias, requisito fácil de encontrar en todo el litoral asturiano. De la fábrica salen patés de algas y ensaladas que se venden en hostelería y en tiendas.

Conservas Costera es otra de las «enseñas» del alga regional. Trabajan con tres tipos de algas. Una de ellas la laminaria, autóctona de la costa asturiana, presente en la natutaleza y susceptible de ser cultivada. A ellas se unen la Kombu Royal y Durse, que compran en Bretaña (Francia). En la empresa tienen una máxima que resume su fe en las algas. «Lo que se puede hacer con una espinaca se hace con algas». Tortillas, guarniciones, garbanzos con bacalao... y algas, o ensaladas. Una lata de 110 gramos cuesta entre dos y cuatro euros, como el bonito en conserva.

En Llanera, Industrias Roko se afana en preparar derivados de algas como el popularísimo agar-agar, gelificante que se utiliza en muchos tipos de industria. Pedro Sánchez, el responsable comercial, explica que el suyo se reparte por Europa y llega a Estados Unidos. Se abastecen en Asturias, del alga natural del tipo gelidium que no se puede cultivar. La empresa se fundó en 1973. El potencial de las algas va más allá de unos usos alimenticios más o menos exóticos. En Corea existen granjas que absorben dióxido de carbono y «limpian» el medio ambiente. En un estanque se cultivan algas que capturan CO2, son materia prima para cosméticos y alimentos saludables.