Jueves, 1 Octubre, 2009
Si de entre todas las especies de vertebrados se escogiese una al azar, probablemente sería un pez. La realidad es que, lejos del estereotipo que los relaciona con animales primitivos, los peces han evolucionado tanto como los vertebrados terrestres y fruto de ello es la increíble diversidad presente en las más de 30.000 especies de este grupo de animales. Sin embargo, sólo en un puñado de ellas se conocen los mecanismos que determinan si un individuo será macho o hembra.
Conocer la biología de los peces no es sólo una cuestión de interés puramente científico. Según el último informe de la FAO, el consumo de pescado en todo el mundo procedente de granjas de acuicultura igualó en 2007 al capturado en alta mar. El rápido crecimiento de esta industria atrae grandes inversiones para investigaciones que permitan adaptar el ciclo de vida de los peces a las necesidades del mercado.
En muchas especies, como el rodaballo o la lubina, las hembras crecen más rápidamente que los machos, por lo que existe un fuerte interés económico en obtener poblaciones con la mayor proporción de hembras posible.
Varios grupos españoles de investigación trabajan en el estudio de los mecanismos de determinación sexual. Paulino Martínez Portela dirige uno de ellos, el Grupo de Genética en Acuicultura de la Universidad de Santiago, que ha desarrollado un marcador molecular que permite diferenciar los machos de las hembras.
"Los peces son muy diferentes a las aves o los mamíferos", explica. "Nosotros somos muy aburridos, todos iguales, pero los peces tienen mecanismos distintos".
En la Universidad de Santiago han conseguido sexar a los rodaballos
En aves y mamíferos, el sexo de un individuo viene determinado en sus cromosomas y la relación entre ambos sexos en una población será del 50%. Los peces, en cambio, son diversos hasta para eso. Si una especie, como el salmón, tiene el mismo sistema que los mamíferos, otra, como el rodaballo, tiene el mismo que las aves. Pero también hay casos mucho más complicados, como el de la lubina, en el que no existe un cromosoma sexual, sino que el sexo es resultado de una combinación de tres genes y la temperatura; o el de la dorada, especie en la que todos los individuos se desarrollan primero como machos y, a los dos años, se transforman en hembras.
Mapa genético
El grupo de Martínez Portela logró en 2007 el primer mapa genético del rodaballo, lo que permitió averiguar el mecanismo cromosómico de la determinación sexual de la especie, así como identificar un marcador molecular que permite sexar los rodaballos antes de que maduren sus genitales. Este es el primer paso para obtener, en tres rondas de cruzamientos sucesivos, poblaciones formadas sólo por hembras, de mayor tamaño y, por tanto, más productivas y rentables.
Francesc Piferrer, del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC en Barcelona, estudia la determinación sexual de la lubina, especie en la que existe un conflicto de intereses entre las empresas que producen los alevines y las que se dedican a su engorde. Para las primeras lo importante es acortar los tiempos de desarrollo, lo que consiguen criando los huevos a una temperatura superior. Pero esto provoca que la proporción de machos aumente, lo que perjudica la productividad de las granjas. El grupo de Piferrer ha encontrado la fórmula para eliminar la influencia de la temperatura, lo que se traduce en un incremento de la productividad de un 10%.
Conocer la biología de los peces no es sólo una cuestión de interés puramente científico. Según el último informe de la FAO, el consumo de pescado en todo el mundo procedente de granjas de acuicultura igualó en 2007 al capturado en alta mar. El rápido crecimiento de esta industria atrae grandes inversiones para investigaciones que permitan adaptar el ciclo de vida de los peces a las necesidades del mercado.
En muchas especies, como el rodaballo o la lubina, las hembras crecen más rápidamente que los machos, por lo que existe un fuerte interés económico en obtener poblaciones con la mayor proporción de hembras posible.
Varios grupos españoles de investigación trabajan en el estudio de los mecanismos de determinación sexual. Paulino Martínez Portela dirige uno de ellos, el Grupo de Genética en Acuicultura de la Universidad de Santiago, que ha desarrollado un marcador molecular que permite diferenciar los machos de las hembras.
"Los peces son muy diferentes a las aves o los mamíferos", explica. "Nosotros somos muy aburridos, todos iguales, pero los peces tienen mecanismos distintos".
En la Universidad de Santiago han conseguido sexar a los rodaballos
En aves y mamíferos, el sexo de un individuo viene determinado en sus cromosomas y la relación entre ambos sexos en una población será del 50%. Los peces, en cambio, son diversos hasta para eso. Si una especie, como el salmón, tiene el mismo sistema que los mamíferos, otra, como el rodaballo, tiene el mismo que las aves. Pero también hay casos mucho más complicados, como el de la lubina, en el que no existe un cromosoma sexual, sino que el sexo es resultado de una combinación de tres genes y la temperatura; o el de la dorada, especie en la que todos los individuos se desarrollan primero como machos y, a los dos años, se transforman en hembras.
Mapa genético
El grupo de Martínez Portela logró en 2007 el primer mapa genético del rodaballo, lo que permitió averiguar el mecanismo cromosómico de la determinación sexual de la especie, así como identificar un marcador molecular que permite sexar los rodaballos antes de que maduren sus genitales. Este es el primer paso para obtener, en tres rondas de cruzamientos sucesivos, poblaciones formadas sólo por hembras, de mayor tamaño y, por tanto, más productivas y rentables.
Francesc Piferrer, del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC en Barcelona, estudia la determinación sexual de la lubina, especie en la que existe un conflicto de intereses entre las empresas que producen los alevines y las que se dedican a su engorde. Para las primeras lo importante es acortar los tiempos de desarrollo, lo que consiguen criando los huevos a una temperatura superior. Pero esto provoca que la proporción de machos aumente, lo que perjudica la productividad de las granjas. El grupo de Piferrer ha encontrado la fórmula para eliminar la influencia de la temperatura, lo que se traduce en un incremento de la productividad de un 10%.