Cómo la acuicultura puede ayudar a evitar las olas de calor

Martes, 9 Agosto, 2022

La FAO reconoce las enormes posibilidades de la acuicultura para dar de comer al mundo de forma sostenible. Mediante el cultivo de distintos tipos de pescado, se consigue proteína animal de calidad que, además, genera una menor huella de carbono en pleno contexto de crisis climática. 

España está viviendo uno de los veranos más calurosos de su historia que, paradójicamente, será uno de los más frescos de los próximos años. La crisis climática ya es una realidad. En este contexto de emergencia, hay una fórmula efectiva para ayudar a combatir el calentamiento global: comer pescado de acuicultura. La FAO, la agencia de las Naciones Unidas que lidera el esfuerzo internacional para poner fin al hambre, considera que este sector productivo es esencial si queremos que, en los próximos años, todo el mundo pueda comer pescado de calidad a precio asequible. Y además, destaca su modelo sostenible.

Los datos están ahí. Como indicador ambiental, la huella de carbono refleja las emisiones de CO2 que son liberadas a la atmósfera a lo largo del ciclo de vida de un producto o servicio. En el cultivo de la dorada o la lubina en España, esta huella se revela bastante inferior a otros tipos de ganadería extensiva: ligeramente menor que para las granjas de aves y muy inferior a las de cerdos o vacas. Para producir un kilo de dorada se generan 3,9 kilos de CO2, y para un kilo de lubina hablamos de 4, según el estudio 'Valoración del ciclo vital y ambiental de la dorada y la lubina mediterráneas', publicado por la revista Sustainability y firmado por investigadores británicos y griegos. Sin embargo, para producir un kilo de pollo se lanzan 4,4 kilos de CO2; para un kilo de cerdo, 6,5; y para un kilo de vacuno, casi 30 kilos, según la última memoria de la Global Salmon Initiative (GSI).

José Juanes de la Peña, investigador del Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria, destaca que el sector de la acuicultura desempeña "un papel determinante en la transición hacia unos sistemas alimentarios sostenibles, así como para el desarrollo de la bioeconomía y la economía circular". En el caso de España, además, destaca que tiene un importante potencial relacionado con la adaptación al cambio climático de las comunidades litorales. La gestión o creación de arrecifes, marismas o humedales en la costa que la protejan frente a la erosión, las inundaciones o el aumento del nivel del mar "puede regularse con la puesta en marcha de nuevas formas de acuicultura", asegura el también catedrático.

GESTIÓN HÍDRICA: TERRENO GANADO

Y luego está, claro, la racionalización de los recursos hídricos. Además de combatir el calentamiento global y favorecer la protección de la costa, en un país como España, de clima mediterráneo y sequías frecuentes, resulta imprescindible la gestión adecuada del agua disponible, tanto dulce como salada. En este sentido, la acuicultura que se realiza en mar abierto utiliza los recursos ya presentes en los propios océanos y en tierra firme para depurar las aguas. Son decenas los viveros que usan algas o sistemas de limpieza, devolviendo a los ríos y mares lo que han cogido y, a veces, como sucede en Galicia o La Rioja, incluso en mejores condiciones.

Conviene recordar un estudio del International Journal of Water Resources Development, publicado en 2006, donde ya se advertía de que la acuicultura, puesto que apenas requiere de agua dulce, produce alimentos de calidad "con un consumo de este recurso sustancialmente menor que otras proteínas de origen animal". En definitiva, es un sector que ofrece una forma sostenible de conseguir pescado de calidad a un precio asequible sin sobreexplotar mares y ríos, además de proteger el medio ambiente. No en vano, el último informe mundial sobre el estado mundial de la pesca y la acuicultura de la FAO subraya el "gran potencial para alimentar y nutrir a la creciente población mundial" que tiene la acuicultura.

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