Un sensor de 10 centímetros sujeto a una boya y un laboratorio flotante dotado con paneles solares son dos de las apuestas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para luchar contra la contaminación oceánica. Estas dos descripciones corresponden, respectivamente, a los proyectos "Sea on a chip", liderado por el CSIC; y "Braavo", en el que participan investigadores de varios de sus centros. Ambas iniciativas pertenecen al VII Programa Marco de la Unión Europea.
En ambos casos, explica a Ipac. la investigadora del CSIC que gestiona el proyecto Sean on a chip, Marinella Farré, "el objetivo es el desarrollo de sistemas remotos y totalmente autónomos para determinar la contaminación en ciertas áreas costeras, especialmente enfocados al tema de la acuicultura, tanto la contaminación que puedan surgir de las propias instalaciones como la que les pueda llegar, ya sea desde la costa, como residuos de pesticidas, de contaminantes orgánicos persistentes, del blooms de algas, etc."
"Los contaminantes marinos están sometidos a una gran movilidad, por lo que su análisis debe enfocarse en diversas localizaciones. Actualmente, este seguimiento suele ejecutarse en base a toma de muestras de agua de forma rutinaria que son enviadas a laboratorios para su posterior análisis", explica el investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del CSIC, Damiá Barceló; a lo que añade que "se trata de un proceso que puede durar varios días".
Barceló es el encargado de liderar el proyecto Sea on a chip, destinado a desarrollar sensores miniaturizados que floten a la deriva tomando muestras de forma periódica, y su objetivo es reducir esos tiempos. El investigador del CSIC afirma que "la intención es que los chips vayan sobre unas miniboyas del tamaño de un tercio de un teléfono móvil, cada una de las cuales portará un chip de apenas 10 centímetros". Estos pequeños laboratorios flotantes, añaden desde el CSIC, contarán también con una fuente de energía, los reactivos necesarios para el análisis, y la tecnología esencial para la recepción y transmisión de datos, por lo que serán totalmente autónomos. Sus reactivos les permitirán el análisis de hasta siete de los compuestos más representativos dentro de la contaminación que se pretende controlar. En función de la información recogida por los sensores, por ejemplo, en casos de picos de contaminación, sus responsables podrán manejarlos de forma remota para que aumenten la frecuencia de los análisis y se centren en el estudio de algún contaminante concreto, entre otras medidas.
"Buscamos aplicar una tecnología flexible y barata que se pueda adaptar a las circunstancias y cuyos sensores puedan ser remplazados fácilmente", sostiene la Marinella Farré.
El otro proyecto, en el que participan investigadores de varios centros del CSIC, es Braavo, cuyo objetivo es el desarrollo de un laboratorio autónomo embarcado en un catamarán o sujeto a una boya y que se alimente de energía solar. "De esta forma, el dispositivo no viajará a la deriva, sino que mantendrá un rumbo controlado desde el centro de mando". Cada una de estas estaciones de medida integrará tres tipos diferentes de sensores. "En primer lugar, los inmunosensores de tecnología óptica, que son extremadamente precisos en la detección de contaminantes. En segundo, los sensores basados en células bacterianas expresan proteínas ante la presencia de compuestos como mercurio. Por último, los sensores de algas, consistentes en células vivas de algas extremadamente sensibles a la presencia de contaminantes y toxinas", señalan las mismas fuentes.