En estos días se ha conocido un estudio que cuestiona la sostenibilidad de la acuicultura a causa de la utilización de pescado en los piensos. No es un planteamiento novedoso, sino de la reedición de una vieja objeción que algunos sectores críticos vienen planteando desde hace décadas (lo que no hacen con las ganaderías terrestres, que también utilizan pescado en sus piensos). Son hostiles a un sector cuyo desarrollo está siendo decididamente impulsado desde organismos tan ecuánimes como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) o el Comité Económico y Social Europeo, que cuentan con expertos en la incidencia ambiental de la pesca y la acuicultura, y no se mueven por apriorismos infundados o estudios sesgados, sino con base en datos objetivos.
Y estos demuestran que fabricantes de piensos y sector acuicultor, conscientes de que su negocio depende de ello, llevan décadas reduciendo por diversas vías su dependencia de los recursos marinos (su presencia media actual en piensos no rebasa el 35 %) y garantizando que los que utilizan provienen de pesquerías sosteniblemente gestionadas.
Los fabricantes pasan auditorías de oenegés que controlan el respeto del código de conducta responsable para pesquerías de la FAO y la trazabilidad de las harinas: sus certificaciones lo prueban. En breve se reducirá el porcentaje de harina de pescado por debajo del 25 %, lo que en muchas especies supondrá que producirán más proteína de pescado en granja que la incorporada en el pienso: se estará produciendo proteína de pescado neta. Prueba de ello es que los stocks de las pesquerías que aportan el pescado para piensos no han descendido en los últimos 20 años, precisamente los del crecimiento exponencial de la acuicultura mundial. Es evidente que esta no ha incidido negativamente en los caladeros. Ni lo hará, porque la investigación del sector sigue afanada en ello.
Fernando Otero Lourido es abogado y vicepresidente de la Federación Europea de Productores de Acuicultura.