Las razones para el estado actual de nuestros mares son muchas, desde la sobrepesca al uso de redes de arrastre, que arrasan con todo lo que encuentran a su paso, hasta otras técnicas pesqueras destructivas y una acuicultura insostenible, así como la pesca ilegal.
Diferentes casos alrededor del mundo demuestran que una red global de reservas marinas bien diseñada, que cubra ecosistemas y habitats clave, puede ayudar a revertir los efectos de las devastadoras acciones humanas, dice el estudio. Entre estos ejemplos está una reserva marina en la isla de Santa Lucía, en el Caribe, donde después de tres años de protección se ha triplicado la biomasa de especies pesqueras comerciales. Tras cinco años, en áreas fuera de la reserva, la biomasa también se duplicó y las capturas aumentaron entre un 46 y un 90 por ciento dependiendo del tipo de arte utilizada.
Actualmente no hay ningún mecanismo bajo acuerdo internacional para crear una red global de reservas marinas. Por eso, los autores sugieren que se impulse un nuevo acuerdo sobre la Ley del Mar bajo el marco de Naciones Unidas para poder establecer y manejar correctamente estas reservas.
De la misma forma los autores recomiendan que las negociaciones sobre pesca y productos pesqueros salgan del ámbito de la Organización Mundial del Comercio y pasen a tratarse en un foro internacional donde los intereses comerciales y de negocio no sean los dominantes.
Pero los peces no son las únicas criaturas marinas afectadas por la pesca desenfrenada. Esas redes de arrastre causan daños masivos colaterales en los fondos marinos, por ejemplo a los corales, que además son el hábitat de otras muchas especies.
La creciente industria de la acuicultura es en algunos casos tan intensiva que requiere más cantidad de carne de pescado que el peso de los simétricos peces que saldrán de esas granjas.
Si a todo esto se le añade la contaminación y que el calentamiento global aumentará la temperatura de la superficie de los océanos, provocará el aumento del nivel del mar y reducirá la extensión de los hielos marinos, con los consiguientes efectos sobre la vida marina, por ejemplo, el krill, base en la cadena alimentaria, las previsiones no son nada halagüeñas.