Los movimientos que han cambiado el mapa de la propiedad acuícola gallega se enmarcan en las estrategias de dos grupos empresariales que también tiene intereses en otros sectores económicos y que, sin ser gallegos, han apostado por Galicia para sus inversiones acuícolas. La empresa Acuidoro y el criadero Alrogal son la división de acuicultura de un conglomerado familiar cántabro que tiene su principal actividad en el sector textil, y también con una compañía de ese ramo radicada en la comunidad: Galicia Textil. Esta empresa familiar, hace 20 años, cuando la acuicultura parecía que iba a convertirse en un potente motor económico, decidió invertir en el cultivo de peces planos, hasta situarse entre los más fuertes de Galicia. Produce en torno a 1.500 toneladas de rodaballo (que ahora se sumarán a las casi 5.000 de Stolt).
Es más, la hatchery que va en el paquete probablemente sea, según fuentes del sector, una de las más avanzadas del mundo en la producción de alevines de peces planos. Esas mismas voces señalan que el criadero de Alrogal nació precisamente alentado por todo el sector acuícola gallego, que necesitaba reforzar el aprovisionamiento de cría para estar bien posicionado en el momento en el que el cultivo de peces planos iba a despegar, allá por el 2005. Los sucesivos atrancos de la acuicultura frustraron esos planes. Y la última crisis de precios del rodaballo, a los que la recesión económica no permiten recuperarse, llevaron al grupo a deshacerse de su inversión en acuicultura.